28 May
28May

Este fin de semana me sobresalté, el viernes por la noche, con la noticia de que un niño de mi barrio, de 15 años, había muerto electrocutado por una catenaria. 

Según me contó mi hijo, el niño con un grupo de amigos se había colado en la terminal ferroviaria de ADIF, que hay en nuestro barrio, y que tras subirse al techo de un tren tocó la catenaria, muriendo en el acto.

Hasta aquí podría ser solo una desafortunada desgracia de un chaval de 15 años que está de juegos con sus amigos y se cuelan en un recinto para hacer la broma. Lo malo es cuando te llega información que cuenta que el chico antes de tocar el cable, fue avisado por sus amigos e incluso su novia y aun así, no hizo ni caso, llevándole con esa actitud a la muerte.

Yo no sé si será cierto eso o como dicen algunas noticias, tocó la catenaria porque se desequilibró y, por instinto para no caerse del techo, se agarró al cable. No sé cuál es la verdad absoluta, solo los que estuvieron allí, es decir, sus amigos, saben realmente lo que pasó. Lo que sí sé es que cómo es posible que un niño de 15 años pueda estar a las diez y media de la noche haciendo el loco por la calle.

Soy una mujer de mediana edad que a los 15 años estaba a las nueve de la noche en mi casa y sé que los tiempos han cambiado y al igual que tienen relaciones sexuales cada vez más jóvenes, también empiezan a beber antes e incluso salen hasta más tarde que en mi época; pero se nos olvida que tanto en mi adolescencia como en la de mi hijo, todos tenemos algo en común y es que no somos lo suficientemente maduros como para poder hacer lo que nos dé la gana sin tener la guía o, simplemente, el control de nuestros padres.

Soy maestra y tengo alumnos de 10-11 años, y cada año que paso de 5º a 6º veo un cambio abismal entre una y otra generación. El comportamiento de mis alumnos del curso pasado, nacidos en 2010, era más inocente que el que tienen mis alumnos actuales, nacidos en el 2012. Eso me da a entender que cada vez llegan a la preadolescencia antes y yo me pregunto ¿por que?

¿Será por todo lo que tienen a su alcance desde que son muy pequeños y con ello me refiero a todos los medios digitales y toda la información que tienen con un solo clic? ¿Será porque se les da todo y, por tanto, no saben valorar absolutamente nada, ni siquiera la vida? ¿Será porque los metemos en una burbuja cuando son pequeños, pero cuando entran en la adolescencia le damos la libertad que no nos dieron a nosotros? Será, en consecuencia, que no estamos haciéndolo bien con nuestros hijos.

Realmente, no sé qué será, pero sí sé que hemos pasado de la autoridad más recia y absoluta al total libertinaje. Hemos pasado de cumplir unas normas y que nuestros padres nos la impusieran sin plantearnos desobedecerlas, a que nuestros hijos nos las rebatan e incluso, en algunos casos, a quitarnos toda la autoridad. 

Creo que el hecho de que muchos psicólogos dijeran que no se les podía decir NO a nuestros hijos porque eso les producía frustración y la frustración no era buena para los niños, hemos creado auténticos monstruos. Si a eso le sumamos que porque a nosotros nos faltaron muchas cosas, ahora a nuestros hijos no les queremos negar nada y se lo damos todo, el monstruo a medida que crece se hace cada vez más fuerte porque son muy pocos los valores que se les enseña.

Yo me paso el día con mis alumnos infundiéndoles respeto, contándoles que la vida es dura y que van a tener que esforzarse más porque no les van a regalar nada cuando sean adultos, que deben amueblar sus cerebros con aprendizajes y conocimientos para convertirse en adultos con pensamiento crítico que no sean fácilmente manipulables por líderes que les quieran simples ovejas para que sean parte de un vulgar rebaño al que dominar. 

Soy muy pesada, lo sé, pero también tengo claro que con los pensamientos que tienen con diez años, tales como: "para qué necesito saber sumar si tengo una calculadora que me hace todos los cálculos", "para qué necesito saber escribir sin faltas de ortografía si tengo el corrector del procesador de texto que me lo corrige" o "para qué necesito aprender eso si voy a ser un jugador de futbol famoso y voy a ganar muchísima pasta"; mi futuro como pensionista está más que vendido. 

Cada vez que me sueltan una perlita de este tipo, intento hacerles ver la necesidad de saber, de aprender, de formarse y de tener recursos propios para hacer frente a la vida y sus obstáculos, recursos que ni una calculadora, ni un ordenador se lo van a dar. Y lo único que recibo a cambio es: oídos sordos. Sí, sí, como lo he escrito: las nuevas generaciones NO ESCUCHAN. 

Ya puedes demostrarles que por no escuchar ha tenido una consecuencia y ha suspendido una prueba o se ha quedado sin jugar al futbol en el patio o no ha entregado una tarea a tiempo con el consiguiente suspenso de esa actividad, más charla de su tutora,  o, simplemente, se ha quedado sin hacer una excursión.

No escuchan cuando explicas algo, ni siquiera cuando lo que estás contando es algo interesante que van a tener que hacer en el proyecto del aula. Da igual. Ellos están a lo suyo, a hablar con su compañero de la batallita que le quiera estar contando; o mirando a las musarañas, animalitos que deben estar por todas partes en clase porque son muchos los que los persiguen; o mejor aún, dibujando o coloreando lo que en ese momento se les ocurra. Es decir, hacer cualquier cosa menos lo que les estén pidiendo o escuchar lo que les están diciendo. Pero eso sí, cuando se trata de protestar porque "tú no dijiste eso", son los primeros.

En fin, como digo, creo que jamás cobraré mi pensión de jubilación, eso si no nos hemos extinguido como especie por ese gran individualismo que nos tiene absorbidos; pero eso será un tema que ya trataré más adelante.

Lo que sí tengo claro es que si ese chico hubiera escuchado a sus amigos, quizás, ahora estaría vivo.

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.